La invención etnográfica

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Documentación abierta para una docencia abierta.

La invención etnográfica

Aprender del arte

La antropología es una disciplina ocupada con las relaciones sociales: los antropólogos estudian relaciones y lo hacen a través de relaciones, así lo expresa Marilyn Strathern (2018). El ejemplo paradigmático de esta orientación lo encontramos en el interés por el parentesco, un tipo muy particular de relación cuyo estudio constituye una pieza fundacional de la antropología, la investigación de otros temas puede entenderse en la mayor parte de las ocasiones como un una generalización de ese proyecto centrado en el estudio de la relación social. El arte, como hemos visto de la mano de Alfred Gell, podemos pensarlo también a través de las relaciones que establecemos con unos objetos muy singulares, esos que llamamos obras de arte. Lo mismo podemos decir de la propiedad intelectual la cual podemos describir en términos de relaciones de propiedad. Las antropólogas estudiamos relaciones y la manera de hacerlo es estableciendo relaciones, a fin de cuentas en eso consiste el trabajo de campo: relacionarse con aquellos (y aquellas) que uno pretende comprender y la forma de hacerlo es a través de eso que llamamos método etnográfico.

Mantén la distancia (o no), establece rapport, genera confianza… esos son algunos de las orientaciones que recibimos cuando aprendemos el método etnográfico, un conjunto de instrucciones que informan la manera como debiéramos conducirnos en el momento de aprender otras formas de vida y experiencias humanas. El método es ese conocimiento particular que encarna la tradición y modela también la formación de los miembros de la disciplina, un conjunto de conocimientos que orientan y normalizan las prácticas etnográficas a través de modelos y recetas que van de lo orientativo a lo normativo y que nos ayudan a navegar la compleja tarea de relacionarnos en el campo.

La formas de relación del encuentro etnográfico han cambiado considerablemente en las últimas cuatro décadas: la etnografía se ha hecho multisituada abrazando la globalidad, se ha tornado más visual, se ha abierto a múltiples sensorialidades y se ha virtualizado con el uso de las tecnologías digitales. Muchos de esos cambios experimentados por la etnografía no han sido sencillos pues la antropología tiende a mantener estable y cambiar poco la formulación canónica del método. Le ocurre lo mismo que a otros métodos de las ciencias sociales, que en su formulación canónica son demasiado rígidos, como señalan algunos autores y veremos a lo largo de esta sesión. La rigidez de los métodos convencionales de investigación provoca que no sean capaces de responder a las demandas que los desafíos de la contemporaneidad nos plantean. Esta situación ha llevado a autoras diversas a reclamar que desarrollemos métodos más inventivos y que tomemos inspiración para ello de diversos ámbitos. Uno de los ámbitos de los cuales tomar inspiración para repensar nuestros métodos de investigación  (incluyendo la etnografía) sería el arte.

El debate sobre la necesidad de renovar la etnografía y, de manera general, nuestros modos de indagación antropológica resuena con intercambios y aprendizajes fructíferos que el arte y la antropología han realizado sobre sus modos de hacer respectivos en las últimas dos décadas. El diálogo entre esas dos disciplinas, como hemos visto, se articula a través de préstamos teóricos que el arte toma de la antropología, mediante el intercambio y la reflexión fructífera sobre las formas de representación de ambas disciplinas y a través de aprendizajes mutuos de métodos y modos de hacer entre las dos. El uso de la etnografía en el arte es un claro ejemplo, como también lo es el gesto inverso que pasa por la incorporación en la antropología de los modos de hacer propios del arte. Con este argumento de fondo sobre la reflexión y transformaciones de la etnografía en el diálogo entre el arte y la antropología esta sesión plantea, en primer lugar, la crítica realizada en tiempos recientes contra la excesiva rigidez de nuestros métodos y sus limitaciones ante los desafíos empíricos que nos plantea la contemporaneidad. En segundo lugar, se aborda las invocaciones realizadas por algunas autoras a una mayor inventiva y creatividad tanto en la aplicación de nuestros métodos como en el diseño de otros nuevos. El corolario de ambas premisas es sirve para abrir una reflexión que nos lleva a proponer la posibilidad de pensar en la condición inventiva del oficio antropológico en general y la práctica etnografía en particular, a partir de aquí se sugiere que quizás podemos concebir la etnografía como un ejercicio de invención relacional.

Índice

  1. La hegemonía metodológica
  2. Un poco de inventiva
  3. Desagregar los métodos: dispositivos de campo
  4. La invención etnográfica
    Extra. Infraestructuras etnográfica
    s

1. La hegemonía metodológica

Vivimos en una época donde el papel y la contribución que las ciencias sociales tienen en nuestro mundo está permanentemente en cuestión. La pregunta no es absolutamente nueva aunque sí lo constituye la urgencia con la que distintas instituciones demandan justificar el trabajo de estas disciplinas. Una virtud que tienen las ciencias sociales es su capacidad para problematizar el mundo y cuestionar nuestras instituciones tradicionales (eso lo hemos aprendido de autores muy diversos: desde Michel Foucault a Paul Rabinow, pasando por Gilles Deleuze o Tim Ingold). Una manera de pensar la antropología pasa por concebirla como un oficio con el que construimos preguntas que nos obligan a pensar y con las que traemos algo nuevo al mundo: no solo una descripción, un dato o un análisis sino que las problematizaciones antropológicas son el umbral para la construcción de conceptos con los que entender el mundo en nuevos términos. Conceptos como el de don, género o oculocentrismo arrojan nueva luz para comprender los mundos que nos rodean.

La cuestión es que quizás no estamos haciendo las preguntas desafiantes que el mundo actual requiere, no estamos construyendo las problemáticas que nuestra contemporaneidad demanda. La razón para ello se debe, en parte, a que nuestros modos de indagación no están adaptados para los desafíos que plantea la complejidad de nuestro mundo actual, así lo plantea, por ejemplo, ela antropólogo Paul Rabinow (2003) en su libro ‘Anthropos Today. Reflections on Modern Equipment’:

“The currently reigning modes of research in the human sciences are, it seems to me, deficient in vital respects. Those deficiencies are especially marked in the strained relations between an ever-accumulating body of information, the ways that information is given narrative and conceptual form, and how this knowledge fits into a conduct of life. No doubt all of this demands further elaboration, and this book attempts to respond to that demand” (2003: 2)

El trabajo de Paul Rabinow me resulta especialmente inspirador para pensar en los límites actuales de esa ‘cosa’ que llamamos método. Rabinow lleva dos décadas argumentando la necesidad de renovación de lo que él llama el equipamiento de la antropología, tanto el toolkit conceptual como sus modos de indagación. El autor nos dirá que hay una deficiencia en la acumulación constante de información, las formas narrativas de las ciencias humanas, los modos de hacer individualizados, los modos de funcionamiento de la universidad y las pedagogías respectivas que limitan la contribución que las ciencias humanas son capaces de hacer. El proyecto de renovación que propone es concebido como un ejercicio experimental; sería interesante continuar esa exploración sobre la experimentación antropológica (y etnográfica) pero eso lo dejaremos para otros momento, regresemos ahora al asunto del método.

Si consideramos las investigaciones de las ciencias sociales veremos que el repertorio de métodos que tienen es pequeño: entrevistas, cuestionarios, grupos de discusión, observación participante (y etnografía), análisis de archivos… y algunos más. Las entrevistas y los grupos de discusión están especialmente extendidos entre las ciencias sociales. No solo tenemos un inventario de métodos reducido sino que además nuestros métodos son incapaces de acometer el estudio de determinadas realidades. Pensemos, por ejemplo, en la etnografía digital, llevó muchos años hasta que la antropología asumió primero que Internet y lo digital eran objetos relevantes para su estudio y, segundo, que la etnografía podía internarse en esos ‘territorios’ sin perder su autenticidad (cualquiera que esta sea). Hoy en día, hacer etnografía digital o utilizar técnicas digitales se ha convertido en algo aceptado aunque siguen siendo marginales en la formación disciplinar, más aún, sigue habiendo ámbitos de lo digital para los cuales la antropología no está ni teórica ni metodológicamente preparada, entre ellos: el estudio del Big Data, el análisis de los algoritmos… Si una antropóloga quiere enfrentarse a esos objetos se verá en dificultades, un ejemplo que evidencia que nuestros métodos no son capaces de acometer el estudio de muchas realidades que nos rodean y que, muy habitualmente, requiere de actualizaciones.

Una razón por la cual las disciplinas de las ciencias sociales (incluyendo a la antropología) no están preparadas para el estudio de las realidades de nuestro mundo es porque suelen ser pocos flexibles en la aplicación de sus métodos. Esto es lo que nos plantea John Law, un académico de los Science and Technology Studies (STS, Estudios de Ciencia y Tecnología): la etnografía se hace así, dura este tiempo, se ejecuta de esta manera y debe producir este tipo de producto. Esa falta de flexibilidad metodológica resulta en la incapacidad para indagar un mundo que exige a menudo cambios, adaptaciones y re-conceptualizaciones de nuestros modos de indagación. Nuevamente, así nos lo demuestra el caso de la etnografía digital, un método que requiere repensar completamente qué significa hacer etnografía en condiciones en las cuales el antropólogo no comparte copresencia física, por ejemplo.

John Law (2004) va a criticar en su libro After Method precisamente la normatividad con la que los métodos se exponen (en manuales y aprendizajes, por ejemplo) y la hegemonía de ciertas versiones de los métodos, esa idea según la cual una etnografía se hace de esta manera y solo de esta manera cuando, en realidad, toda antropóloga sabe de lo infinítamente flexible que es la práctica etnográfica y las mil y una expresiones situadas que tiene en las investigaciones que se hacen aquí y allá. Esto no significa que todo vale o que cualquier cosa cuente como una etnografía (por ejemplo), sino que es necesario reconocer una saludable diversidad que forma parte del quehacer del oficio etnográfico, y lo que vale para la etnografía se aplica también a otros métodos. El argumento de Law es que necesitamos que nuestros métodos sean menos rígidos en su aprendizaje y en su aplicación, es necesario que dejen margen para la improvisación, la creatividad e inventiva tan necesaria en el trabajo empírico, así lo señala el autor:

the problem is not so much lack of variety in the practice of method, as the hegemonic and dominatory pretensions of certain versions or accounts of method. I will return to this question, that of the normativity of method, shortly (2004: 4)

El argumento de John Law es que necesitamos pensar en los métodos de manera más amplia, más generosa, más flexible. Y para ello reclama unos métodos que sean más arriesgados y que no teman la incertidumbre; unos métodos que sean más lentos, más modestos, más vulnerables, más callados, más múltiples:

Method, in the reincarnation that I am proposing, will often be slow and uncertain. A risky and troubling process, it will take time and effort to make realities and hold them steady for a moment against a background of flux and indeterminacy (2004: 10)

[…]

To live more in and through slow method, or vulnerable method, or quiet method. Multiple method. Modest method. Uncertain method. Diverse method. Such are the senses of method that I hope to see grow in and beyond social science. (2004: 11)

Hay pues dos críticas presentes hacia nuestros métodos, de un lado la incapacidad que demuestran para hacer las preguntas desafiantes que demanda nuestra contemporaneidad, de otro lado, la rigidez de los métodos no permite que estos se adapten a los desafíos empíricos del presente, ante esa situación nos encontramos con diversas propuestas que lo que hacen es invocar la necesidad de que pongamos en práctica formas de inventiva metodológica.

2. Un poco de inventiva

Las críticas que John Law hace a la rigidez de nuestros métodos están también presentes en el trabajo de dos autoras Celia Lury y Nina Wakeford en su libro Inventive Methods: The Happening of the Social donde hacen una llamada a ser más inventivas en la creación de métodos, de tal manera que en el volumen que publican pueden encontrarse propuestas como la anécdota, el experimento o lo que llaman ‘probes’. Lo que las autoras llaman métodos inventivos, inventive methods, son:

Inventive methods are thus devices of auto-spatialization, whose movement […] is both topological and nomadic: topological in that they bring together what might have seemed distant, and disconnected and nomadic in that they are processual, iterative, emergent and changeable […] topological and nomadic, fixed and fluid, inventive methods have a multiple capacity for generalization that is precisely not monotheistic universalism (2012: 15)

What unites them, however, is that they are methods or means by which the social world is not only investigated, but may also be engaged. Indeed, the book as a whole seeks to open up the question of how methods contribute to the framing of change; it aims to enable change to be understood not only as complex, contradictory and uncertain, but also as everyday, routine and ongoing: as something in which methods of social research are necessarily engaged (2012: 6)

En términos similares se expresa la propuesta que hace Les Back (2012)  de una sociología revitalizada (live sociology), una respuesta directa al diagnóstico que augura esa crisis para la sociología empírica cuando esta ha de competir con nuevas formas de investigación empírica como las que alumbra el Big Data, por ejemplo. Esa live sociology debería prestar más atención a los múltiples sentidos (no sólo la vista) como parte de su método y aplicar unos métodos más móviles, una sociología que necesita tanto una orientación hacia la innovación como hacia la reflexión crítica:

The first principle of live sociology is an attention to how a wider range of the senses changes the quality of data and makes other kinds of critical imagination possible.

A second point here is that live sociology requires researchers to work on the move in order to attend to the ‘newly coordinated’ nature of social reality.

[…]

re-invent forms of attentiveness that are mobile and can respond precisely to admit the fleeting, the tacit, the mobile, chaotic and complex. (2012: 29)

Un aspecto interesante y especialmente pertinente para esta asignatura es que la propuesta de sociología revitalizada de Les Back toma inspiración de dos dominios específicos: la cultura digital y el arte. Son precisamente esos dominios, señala el autor, los que ofrecen una oportunidad para renovar las investigaciones sociales empíricas (incluyendo, por qué no, la etnografía). El autor señala específicamente la oportunidad de hacer que la práctica sociológica (y antropológica, para el caso) sea más artística a través de la incorporación de formas de representación no escrita que son propias del mundo del arte: “that sociology might develop new ways of telling and showing its empirical evidence and arguments through using techniques established in sculpture, curatorial practice, theatre, music and television drama” (2012: 33). Así, junto a Nirmal Puwar, Les Back señala la necesidad de incorporar formas de representación no escritas como la fotografía, las instalaciones y formas de visualización que son posibles a través de las tecnologías digitales:

live sociology involves developing the methodological opportunities offered by digital culture and expanding the forms and modes telling sociology through collaborating with artists, designers, musicians and filmmakers and incorporating new modes and styles of sociological representation.

El método que Les Back propone es un método lento e incierto, un proceso arriesgado y problemático, junto con Nirmal Puwar, ambos hacen una llamada a una práctica sociológica más artesanal y artística. Muy importante en esta argumentación, los autores sugieren la posibilidad de que las preguntas de investigación se puedan transformar en prácticas estéticas y proponen buscar nuevas colaboraciones con el mundo del arte y la cultura.

3. Desagregar los métodos: dispositivos

Ser más flexibles con los métodos de las ciencias sociales, nos dice John  Law, y abrir la inventiva en ellos, nos conminan Les Back, Wakeford y Lury. Y esto, ¿qué tiene que ver con la etnografía? Quizás pudiéramos decir que la etnografía ha sido inventiva a lo largo de su historia y así lo constatamos cuando atendemos a las transformaciones que ha experimentado a lo largo de las últimas cuatro décadas. Durante ese tiempo, la antropología se ha interesado por nuevos sitios empíricos (laboratorios, centros administrativos, etc.), se ha ocupado de novedosos objetos de investigación (globalización, medios de comunicación de masas, etc.) y ha transformado su sensibilidad epistémica (haciéndose más colaborativa, sensorial, visual, etc.). Ese itinerario ha llevado a reconsiderar múltiples aspectos de las prácticas tradicionales del trabajo de campo etnográfico. La propuesta de etnografías multi-situadas, por ejemplo, es una respuesta a la geografía compleja de las relaciones de un mundo globalizado (Marcus, 1995). La incorporación de todo tipo de tecnologías digitales equipa el trabajo de campo para establecer relaciones mediadas y estudiar nuevas formas de relación social (Hine, 2000), mientras que las invocaciones recientes a la experimentación evidencian un intento por explorar trabajos de campo cuya relacionalidad es tentativa y abierta a sus imprevisibles demandas (Marcus, 2014). La etnografía, vemos, se encuentra obligada a reformular sus modos de relación en el campo: a través de geografías dispersas, mediante tecnologías digitales o en exploraciones tentativas. Como han señalado algunos autores: el trabajo de campo ya no es lo que era (Faubion et al. 2009).

Los cambios en la etnografía no ocurren todos al mismo tiempo ni se ejecutan de manera simultánea, somos muy conscientes de ello. En ocasiones cambia la forma de registro (que se hace visual), en otra los cambios ocurren en las interacciones sociales (que se tornan digitales) o en los modos sensoriales (que no dependen solo de la visión). Una manera más sutil y matizada de comprender estos cambios es reconocer que los métodos, como por ejemplo el método o la metodología etnográfica, están siempre compuestos por técnicas y tecnologías muy diversas. Pensemos en la etnografía, esta combina según la ocasión y circunstancias la observación participante, la entrevista (formal e informal), en ocasiones el análisis documental y la investigación de archivo, así como una técnica de registro (el diario de campo) muy particular. Además de esos métodos de investigación convencionales encontramos las tecnologías relacionales que he mencionado previamente: rapport, confianza… La etnografía podemos concebirla entonces como un ensamblaje, si lo queremos llamar de esa manera, de técnicas diversas que podemos también conceptualizar como dispositivos de campo: un ejemplo de dispositivo de campo está descrito en el recuadro dedicado al proyecto The Asthma Files, otro ejemplo está en el contenido extra donde se describe la ‘infraestructura etnográfica’ (otro dispositivo de campo) del proyecto Ciudad Escuela.

La noción de dispositivo de campo trata de hacer visible la espacialidad y materialidad específicas de eso que llamamos métodos, un aspecto que en ocasiones no está demasiado presente en nuestras concepciones naturalistas de la etnografía. Consideremos el caso de una entrevista convencional, por ejemplo (examinemos la imagen de Frances Densmore grabando a Blackfoot chief Mountain Chief para el Bureau of American Ethnology en 1916). Su realización requiere que el investigador disponga las condiciones para que esta ocurra: un tiempo fijado y un lugar para establecer un diálogo con la persona entrevistada (sabemos que siempre hemos de ser cuidadosos con la elección del sitio donde hacemos la entrevista: que no sea ruidoso ni muy ajetreado, si es posible, que no esté lejos del lugar del entrevistado, etc.). Es una situación social donde además el rol de cada uno está claramente dispuesto y asumido: una habla y el otro pregunta. El investigador probablemente tendrá un cuestionario (fijo u orientativo) y grabará lo dicho para ser utilizado posteriormente. La situación está dispuesta de una forma muy definida en términos espaciales, materiales y relacionales, algo que John Law y Evelyn Ruppert (2013) tratan de evidenciar al describir los métodos como dispositivos que “ensamblan y disponen el mundo en patrones sociales y materiales específicos” [1] (Law y Ruppert, 2013: 230).

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Frances Densmore recording Blackfoot chief Mountain Chief for the Bureau of American Ethnology in 1916.

Siguiendo esta perspectiva podemos regresar entonces sobre esa descripción de la etnografía como un ensamblaje de múltiples dispositivos de campo. Ahora, la imagen de la etnografía se complejiza y se parece más a la de un inventario con distintos dispositivos que las antropólogas utilizan según sus circunstancias empíricas. La mayor parte de esos dispositivos son técnicas y metodologías estandarizadas: observación participante, entrevistas, diarios de campo, rapport, etc. pero otras son el resultado mismo de las situaciones de campo. Consideremos, por ejemplo, lo que nos cuenta la antropóloga Lila Abu-Lughod en su etnografía sobre la creación y el consumo de telenovelas en Egipto (2004) en un trabajo de campo que desarrolla en un contexto rural. Abu-Lughod narra cómo se sienta con las mujeres egipcias a ver telenovelas y genera con ese gesto las condiciones para penetrar en la vida social y la cultura de ese mundo haciendo algo tan mundano como ver la televisión.

Otro caso ampliamente relatado en el que quizás no reparamos en el gesto de inventiva que implica lo cuenta Laura Bohannan (1996) al referir su etnografía sobre los tiv en ese divertido y agudo relato que es ‘Shakespeare en la selva’. En la época de lluvia los tiv permanecen en sus hogares a resguardo y pasan el tiempo contando historias, en una de esas Bohannan se arranca con la historia de Hamlet y entre los tiv se abre a discusión (y desacuerdo) una obra literaria que genera las condiciones para problematizar toda una serie de pre-concepciones culturales inscritas en el texto. Los equívocos e incomprensiones entre Bohannan y sus contrapartes tiv le resultan a unos y otros de lo más fértil para comprender aspectos específicos de sus culturas. Una y otra antropóloga han dispuesto las condiciones que les permiten establecer relaciones e indagar esos mundos sociales. En ambos caso esas disposiciones han sido el producto de la improvisación, el hallazgo fortuito o incluso, podemos argumentar, la inventiva. La disposición, o el dispositivo, es algo tan sencillo (e inusual en el trabajo de campo) como ver la televisión juntas en el caso de Abu-Lughod mientras que en el caso de Bohannan consiste en contar cuentos, de alguna manera una inversión con respecto a la práctica habitual de una antropóloga que consiste en escucharlos. En ambos casos el trabajo de campo resulta posible gracias a esas disposiciones particulares que se expresan en lo que podemos llamar dispositivos de campo y que resulta, muy a menudo, de la creatividad y la inventiva de las antropóloga en el campo.

4. La invención etnográfica

El método etnográfico, eso que llamamos método etnográfico, es un conocimiento extraordinariamente valioso para ayudarnos en la compleja tarea de hacer campo pero, si consideramos empíricamente cualquier etnografía, reconoceremos rápidamente que las situaciones empíricas superan siempre las anticipaciones del método y desbordan su capacidad para orientarnos. Ni Lila Abu-Lughod ni Laura Bohannan estaban preparadas para lo que enfrentaron y, sin embargo, fueron capaces de salir airosas de esa situación. Su caso, como el de muchas otras, nos muestra cómo las antropólogas se ven obligadas a improvisar constantemente y, en muchas ocasiones también, a  inventar la manera apropiada de relacionarse. Eso que llamamos método etnográfico (ese conjunto de modelos, instrucciones, orientaciones y normativas) es insuficiente para navegar la complejidad social y sofisticación epistémica de la situación etnográfica: lo que ocurre cuando hacemos trabajo de campo desborda las hechuras del método de tal forma que el trabajo de campo está normalmente repleto de gestos de invención que destacan sobre el fondo de la norma metódica.

La cuestión es que normalmente las antropólogas, y los antropólogos, no documentan ese tipo de prácticas relacionales que resultan fundamentales en la realización de sus etnografías. La consecuencia de eso es que la versión canónica de la etnografía que encontramos en los manuales permanece inalterable, ajena a la creatividad que se despliega en las múltiples instancias del oficio antropológico: desde el momento del trabajo de campo hasta el proceso de escritura. Sorprende, de hecho, que resulte tan inusual hablar de la creatividad, inventiva e imaginación que son consustanciales al oficio antropológico. Quizás eso se debe a que son propiedades que suelen atribuirse al trabajo de los artistas (o la actividad de los inventores), pero que raramente se reconocen en la actividad antropológica, quizás por temor a que afecte al aire de sobriedad de su actividad.

El vocabulario de la inventiva, sin embargo, no es completamente extraño a la antropología si atendemos a una obra clásica como es La invención de la cultura de Roy Wagner (1975) —título suficientemente iluminador—. Nuestras descripciones de las vidas y formas de habitar el mundo de los otros están cargadas de inventiva de tal forma que los relatos que hacemos de otras culturas no son otra cosa que una invención del antropólogo, nos dice Wagner. Wagner lo plantea a partir de su trabajo con los daribi de Papúa Nueva Guinea. Frente a la concepción habitual que la antropología ha mantenido según la cual las culturas ‘tradicionales’ están orientadas a la estabilidad y la conservación, Wagner ofrece una descripción completamente diferente de los daribi. La cultura de estos está movida por la improvisación y la innovación, un ejercicio de creatividad conceptual constante: un acto de invención.

En los mismos términos podemos decir que eso que llamamos cultura es antes que el descubrimiento de alguna cosa el resultado de la invención conceptual del antropólogo, como Roy Wagner: “Podríamos decir que un antropólogo ‘inventa’ la cultura que cree estudiar, que la relación es más ‘real’ por ser sus actos y experiencias particulares que las cosas que ‘relata’” (Wagner, 1975: 13). Que sea una invención no significa que no sea real o que sea ficticia, sino que la cultura es el resultado de un esforzado trabajo a través del cual se dota de coherencia a aspectos que se encuentran diseminados y que constituyen, en el relato del antropólogo, eso que denominados cultura.

La invención que Wagner señala es una actividad descriptiva y conceptual, que ocurre principalmente en el momento de análisis y la escritura. Podríamos pensar si acaso no debiéramos reconocer en términos similares el trabajo etnográfico, un ejercicio que requiere constantemente no de una invención conceptual (como la señalada por Wagner) sino una invención relacional: la construcción de relaciones allí donde estas no existían. Desde esa perspectiva, la etnografía podemos describirla (además de como un método) como un ejercicio de inventiva relacional. Esto es importante porque cuando pensamos en la etnografía como un método (el método etnográfico) entendemos que estamos ante un conocimiento que nos orienta y guía, pero también que nos pone límites y establece restricciones en el campo. En su lugar, reconocer que el encuentro etnográfico desborda siempre las hechuras del método permite abrir un espacio para explorar constantemente la inventiva etnográfica y repensar, de esa manera, la etnografía como un ejercicio de invención.

Lecturas de la sesión

Sánchez Criado, T., & Estalella, A. (2018). Introduction. Experimental collaborations. In A. Estalella & T. S. Criado (Eds.), Experimental collaborations. Ethnography through fieldwork devices (pp. 1-30). New York, Oxford: Berghahn.

Estalella. A & Sánchez Criado. T. (en imprenta). Acompañantes epistémicos: la invención de la colaboración etnográfica. In G. Dietz, A Colin & A. Álvarez Veinguer (Eds.), Investigaciones en movimiento: etnografías colaborativas, feministas y decoloniales. Buenos Aires: CLACSO.


Buena parte de los argumentos aquí desplegados son resultado del trabajo en colaboración con mi colega Tomás Sánchez Criado, realizado como parte de la plataforma abierta xcol.

Imagen de cabecera: Imagen del proyecto L’llusione Dell’Economia, del colectivo artístico mmmmm, Ginés Olivares.


Cómo citar este documento:
Adolfo Estalella. 2020. ‘La invención etnográfica. Aprender del arte ‘. Open#doc. En URL: http://estalella.eu/open-doc/la-invencion-etnografica


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