Arte y antropología

Bird spectrum, del artista James Prosek, una pieza de su exposición Art, Artifact, Artifice. Las obras están elaboradas a partir de materiales del Peabody Museum, de la Art Gallery y de su propio trabajo.

Open#doc. An xcol.org project
Documentación abierta para una docencia abierta.

Arte y antropología: diálogos cruzados

El conocimiento académico de nuestro mundo está organizado en compartimentos estancos que llamamos disciplinas, complejas organizaciones sociales caracterizadas por sus prácticas, historia e instituciones de referencia. Las disciplinas se organizan en torno a métodos, cuerpos de conocimientos, cánones disciplinares, dominios empíricos y arreglos institucionales diversos… Si la biología se ocupa de los seres vivos, la química de los elementos y compuestos básicos de la materia, la sociología se hace cargo de la sociedad y la antropología, tradicionalmente, de la cultura. Sabemos, sin embargo, que esas distinciones se han ido diluyendo a lo largo del tiempo y las disciplinas, a pesar de su valor y vigencia, han perdido sus fronteras definidas (si es que las tuvieron en alguna ocasión). Ahora la biotecnología se acerca tanto a la química como a la biología, mientras que la sociología cualitativa que emplea métodos etnográficos y la antropología social de sociedades occidentales resultan a menudo indistinguibles. Esto no debiera preocuparnos porque las disciplinas, en realidad, surgieron en su momento como un modo de organizar laboralmente las universidades. No hay nada esencial en ellas que sea necesario preservar a toda costa. De hecho, la época actual nos desafía constantemente a llevar las disciplinas más allá de sus límites convencionales.

La antropología, como otras disciplinas, se ha transformado a lo largo de las décadas pulsando constantemente las fronteras disciplinares que se había marcado a sí misma. Nació con la aspiración de estudiar culturas extrañas y ajenas para pasar a interesarse a partir de la década de los ochenta por su propia sociedad, en ese proceso la antropología expandió su alcance geográfico y transformó su sensibilidad epistémica. Durante mucho tiempo se ocupó del estudio de las culturas hasta que reconoció que este concepto no era suficiente y resultaba necesario ocuparse de nuevos objetos teóricos, ya fueran las prácticas o la experiencia de la humanidad, u objetos teóricos sin la aspiración holística consignada en la cultura: los sentidos, las infraestructuras, la globalización… En ese proceso, reconoció que no era posible continuar con estudios localizados geográficamente sino que debía de atender a todo tipo de fenómenos con geografías complejas y móviles. A finales del siglo XX y como consecuencia de ese proceso, la antropología no solo ha transformado sus objetos de estudio sino que ha modificado también sus métodos y su sensibilidad: se ha hecho más visual incorporando tecnologías visuales (tanto en la investigación como en la representación), se ha abierto a nuevas sensorialidades, ha abrazado la digitalización del mundo y ha comenzado a explorar formas experimentales que se abren a la multimodalidad.

En este proceso de transformación de sí misma, la antropología ha tomado inspiración constantemente de otras disciplinas, algo que no es nada nuevo. En su origen, las prácticas de campo toman inspiración directa de la actividad de zoólogos y botánicos, muchas décadas después, en torno a 1970, las propuestas teóricas de antropología estructural (tanto como de la antropología cognitiva) se fundan en préstamos tomados de la lingüística mientras que en la década siguiente la antropología se mira en los estudios literarios cuando reconoce la relevancia de su escritura y la naturaleza construida de sus representaciones culturales, el antropólogo, además de un científico social era también un autor, una designación que señala la relevancia fundamental de su práctica de escritura. La historia será una disciplina relevante para repensar el oficio de la antropología en esa época también, los estudios de ciencia y tecnología en décadas posteriores… Los prestamos y aprendizajes cruzados entre la antropología y otras disciplinas han sido constantes a lo largo de la historia y con la entrada del siglo XXI la antropología encontrará nuevas inspiraciones en su encuentro con el mudo del arte.

El diálogo entre la antropología y el arte transforma lo que se había consolidado como una ‘antropología del arte’. De ser un objeto de análisis el arte pasa a ser un interlocutor del que aprender mediante el establecimiento de una relación de simetría donde arte y antropología establecen un diálogo conjunto. ¿En qué se traduce ese diálogo? La respuesta es sencilla, los antropólogos comienzan a aprender de las artistas otras maneras de pensar, investigar, intervenir y representar el mundo. Esto no significa que se abandone el estudio del arte, al contrario, antropólogos y antropólogas continúan investigando empíricamente el arte, reflexionando y escribiendo sobre ello, pero lo hacen desde una metodología y un lugar muy diferente. Ya no se trata de una “antropología que investiga a otros” (artistas, en este caso) sino de una antropología  que “investiga con otros” y que aprende con ellos, como lo describe Tim Ingold en ‘Why anthropopology matters’. En esta sesión hago una introducción al diálogo entre la antropología del arte y me detengo en las exploraciones y experimentaciones en las formas de representación que surgen de ese diálogo y sus aprendizajes cruzados.

Índice

  1. Diálogos cruzados
  2. Políticas de la representación
  3. Ver de otra manera
  4. Experimentos etnográficos
    Extra 1. El giro reflexivo
    Extra 2. Más que texto: antropologías multimodales

1. Diálogos cruzados

Muchos antropólogos, cuando han hecho trabajo de campo en entornos artísticos, se han encontrado con contrapartes que no solo manejan sus propios métodos (la etnografía) sino que comparten su mismo bagaje teórico: lecturas, conceptos, teorías… Así lo narra por ejemplo Roger Sansi Roca (2015) en su libro ‘Art, Anthropology and the Gift’, donde cuenta el encuentro con varios artistas y comisarios en Barcelona que manejan con soltura las teorías del don (gift) de Marcel Mauss. Desde mediados de los noventa teóricos del arte comienzan a señalar la afinidad entre el arte y la antropología, aunque la relación entre ambas se retrotrae a la década de los sesenta. De manera específica, el arte comenzará a interesarse por tres aspectos de la antropología: algunos artistas dedicados al ‘arte social’ y a prácticas de ‘arte colaborativo’ (y otros géneros cercanos) han comenzado a utilizar la etnografía, la antropología se ha convertido en una fuente de inspiración para repensar en nuevos términos la imagen (tan importante para el arte), y finalmente, de forma más amplia las teorías antropológicas están siendo tomadas por los artistas para pensar sus propias prácticas (por ejemplos teorías del intercambio, la persona y el cuerpo).

La disciplina antropológica, sin embargo, fue poco receptiva a ese posible diálogo al principio, pero con el cambio del siglo XX se abrirá definitivamente a él. En buena medida esto se debe a que el arte se ubica en un terreno (el de la creatividad) que la antropología concibe habitualmente como ajeno a su aspiración como ciencia social, más ocupada con representar de manera fiel el mundo que con ser creativa, más adelante regreso sobre este asunto. Cuando el diálogo entre arte y antropología se ha abierto definitivamente ha cristalizado en torno a dos grandes temas, de un lado la adopción de la etnografía por parte de artistas y de otro una reflexión muy amplia sobre las formas de representación (la visualidad de esta, sus políticas y la experimentación con diferentes estilos y lenguajes).

El texto de Hal Foster ‘El artistas como etnógrafo’ ejemplifica el interés que el arte ha manifestado por incorporar la etnografía en sus modos de hacer. Ese interés estará especialmente presente en formas de arte participativo, social, implicado… que se desarrollan a finales del siglo XX. Para Foster la antropología y el arte comparten un interés común por las políticas de la representación. En su texto, Foster plantea que una y otra disciplina se miran con envidia reconociendo en la otra lo que desearían: las antropólogas envidian la libertad creativa y apertura del arte mientras que las artistas envidian la perspectiva crítica y el acceso de las antropólogas a la cultura. No entro en mayores detalles sobre este aspecto, en las siguientes secciones me refiero al tema de las formas de representación.

Tanto la antropología como el arte se dedican a representar el mundo, bien es cierto que cada una tiene modos de hacer y aspiraciones muy diferentes. Pero esa actividad compartida será una clave central del diálogo que la antropología y el arte abren en el siglo XXI. Así lo plantean al menos Arnd Schneider y Christopher Wright (2006) en uno de los volúmenes seminales sobre este tema: ‘Contemporary art and Anthropology’. Para Schenider y Wright el punto de partida pasa por considerar que la antropología y el arte comparten una empresa centrada en la representación de otros. Los antropólogos y antropólogas representan otras culturas, pueblos y colectivos mientras que el arte ha sido también tradicionalmente una práctica representacional (aunque prácticas artísticas contestarán a finales del siglo XX esa vocación, por ejemplo el arte conceptual, situado, social… todas ellas tradiciones que se alejan de la iconicidad). El objetivo de su propuesta pasa por ser capaces de expandir las prácticas de representación de ambas disciplinas a través del diálogo y los aprendizajes cruzados y en ese proceso cuestionar las concepciones establecidas tanto del arte como de la antropología:

In exploring the limits and possibilities of representation and perception within the two disciplines we are concerned with how artistic practices can extend anthropological practices, and vice versa

El diálogo que Schneider y Wright proponen invita a incorporar los modos de hacer propios del arte. ¿Qué significa esto?, pues consideremos tres ejemplos: el uso de imágenes audiovisuales, la ilustración etnográfica y las prácticas expositivas. Tres formas de representación establecidas en el mundo del arte pero que no son habituales en la antropología aunque en años más recientes cada vez más antropólogos han recurrido a ellas. Veremos en las siguientes sesiones el caso del dibujo etnográfico.

En lo que se refiere a la propuesta de incorporar las prácticas del arte, es importante que no se trata de una llamada exclusivamente para la antropología del arte sino para la antropología en general, la invocación que se hace es que la antropología puede aprender de los modos de representación del arte. De manera concreta, la reflexión en torno a la representación abrirá varias áreas relevantes de reflexión, a saber: (i) una amplia reflexión sobre las formas de representación y la posibilidad de experimentar con alternativas más allá del texto en la antropología, (ii) la reflexión sobre las políticas de la representación dentro de la antropología servirán para incorporar un enfoque crítico en las prácticas  del arte y (ii) la reflexión sobre la naturaleza social de la imagen en antropología será relevante para el arte y, de vuelta, las prácticas visuales del arte alimentarán también a la antropología, esto último llevará además a explorar otras sensorialidades.

2. Políticas de la representación

La antropología ha tenido entre sus manos el poder de representar a otros pueblos y culturas durante más de un siglo. La representación que circula de los azande en el mundo ha sido elaborada por Edward E. Evans-Pritchard mientras que la imagen de quienes habitan las islas Trobriand está ineludiblemente vinculada a Bronislaw Malinowski. Sabemos que las representaciones que la disciplina elaboró no fueron siempre lo más adecuadas, en muchas ocasiones estaban cargadas de prejuicios y de una mirada limitada por las concepciones del mundo de los mismos antropólogos: lo que era bueno, apropiado, racional, moral… La antropología realizará una profunda revisión en la década de los ochenta sobre sus formas de representación y, de manera específica, de sus prácticas de escritura, un aspecto de su oficio que hasta aquel momento había quedado fuera de su escrutinio.

Uno de los volúmenes clave en ese ejercicio de reflexión será ‘Writing Cultures. The Poetics and Politics of Ethnography’ (‘Retóricas de la antropología’, en su traducción castellana). Lo que se ha llamado el giro discursivo (también giro literario o giro reflexivo) pone en evidencia la naturaleza construida (e incluso ficcionada) de las representaciones etnográficas que durante más de un siglo han construido los antropólogos. La antropología reconocerá la naturaleza construida de sus representaciones y la dimensión política (y poética) de estas (más sobre este asunto en la sección ‘Extra 1’ al final).

mirada colonial.png
La mirada colonial inscrita en las muchas imágenes producidas sobre los otros.

El mundo del arte se interesará especialmente por esta reflexión sobre las políticas de la representación que coincide, en el tiempo, con una crítica institucional en el mundo del arte que somete a revisión también sus propias prácticas de representación. De manera específica le interesará la reflexión crítica y contra-hegemónica que se desarrolla dentro de la antropología. En esos años y en los posteriores se desarrollará en el arte toda una serie de prácticas que transitan hacia el arte político, al arte colaborativo, implicado, social… Muchos de esos artistas verán en la antropología una fuente para inyectar una visión crítica a sus propias prácticas.

Algunas de esas prácticas artísticas ofrecerán de vuelta inspiración para el mundo del arte. El desarrollo del arte dialógico o colaborativo, como lo llama Grant Kester, o las prácticas implicadas sacarán al arte del estudio y de sus grandes instituciones, los artistas situarán su trabajo en barrios, trabajarán con colectivos de tipo diverso sin producir necesariamente obras físicas, más interesados en intervenciones sociales situadas y efímeras. La antropología puede aprender ciertamente de esos modos de relacionarse con las personas y crear ambientes que, muy a menudo, están destinados a elaborar indagaciones. Si bien el objetivo final de un artista puede ser muy diferente del de una antropóloga, hay mucho que aprender de esos modos de hacer.

3. Ver de otra manera

El diálogo entre la antropología y el arte abordará la discusión sobre la imagen. La reflexión de la antropología sobre la naturaleza social de las imágenes será de especial relevancia para el arte mientras que la libertad con la que las prácticas artísticas tratan la imagen será toda una fuente de inspiración para muchos antropólogos y antropólogas. No deja de ser paradójico que una disciplina centrada en lo textual pueda servir de inspiración para un ámbito, el del arte, que tradicionalmente ha estado centrado en las formas de representación visuales (tal es el caso de la pintura y la escultura, dos de los grandes géneros artísticos de la Modernidad), in embargo, la antropología realizará desde los setenta una amplia reflexión sobre la imagen en ámbitos como la antropología visual y, posteriormente, la antropología de los media.

Evans-Pritchard. Zande abinza (witchdoctors) dancing.

La antropología nos ha mostrado que las imágenes tienen siempre una vida social compleja, que al analizarlas hemos de tomar en cuenta tanto el contexto en el que se han producido como el contexto en el que se consumen así como el contenido mismo de ellas. Las imágenes nos muestran siempre alguna cosa pero inscriben también una mirada: la de aquel (o aquella) que ha tomado la fotografía, y esa mirada está siempre cargada de teoría. Las imágenes que la antropología produjo a finales del siglo XIX dan cuenta del interés evolucionista y la aproximación a otros a los que unas veces se exotizaba o se los reducía a meros estereotipos. Por ello, la imagen está siempre imbricada en relaciones de poder: la de quien captura la imagen y quien aparece en ella, quien la ve y quien es visto. Durante la década de los 70 y 80 (y como parte de esa amplia reflexión sobre las formas de representación de la antropología), se evidencia que las fotos no son una ventana transparente al mundo sino el producto de cierta mirada sobre este, una manera de ver y mirar a otros. Esa relación entre observador/observado se problematiza y se reconoce su dimensión política y las enormes asimetrías que la atraviesan. Se reconocerá que la fotografía ha sido un instrumento del poder colonial: unos fotografían mientras otros son fotografiados. Esas reflexiones realizadas desde la antropología serán muy relevantes para el mundo del arte.

La situación es, como podemos ver, paradójica. Por un lado una disciplina (la antropología) que margina la imagen, por otro lado una disciplina (el arte) centrada en la visualidad que encuentra inspiración en las discusiones teóricas de la primera; y finalmente, una antropología que acabará abriéndose y aprendiendo de la visualidad del arte. Esto último no ocurre con facilidad porque secularmente la antropología se ha centrado exclusivamente en el texto y ha rechazado la imagen, Arnd Schneider y Christopher Wrigth dirán que: “Anthropological scepticism about art and its potential is a result of its focus on the textual, and the perceived threat to the authority of the word that images represent”.

La disciplina ha sufrido de lo que Lucien Castaig-Taylor ha llamado iconofobia: un rechazo a la imagen que se traduce en que, por ejemplo, la antropología ha optado por la película (en lugar de la fotografía) porque permite constreñir la imagen dentro de una estructura narrativa y temporal, algo que no ocurre con la fotografía pues su significado es más difícil de controlar. Este es el argumento que plantea Christopher Pinney. Frente a esa auto-limitación de la disciplina a lo textual y al desarrollo de la antropología visual, Schneider y Wright argumentarán la posibilidad de aprender no solo a representar visualmente sino a mirar de una manera distinta gracias al arte:

For anthropologists to engage with art practices means embracing new ways of seeing and new ways of working with visual materials. This implies taking contemporary art seriously on a practical level and being receptive to its processes of producing works and representing other realities. Doing so raises difficult questions about the status of works produced, about the professionalism of the discipline, about training, and about audiences. Who is anthropology attempting to address? Calls for the ‘popularization’ of anthropology have tended to distinguish borders with more serious work, and current strategies of exhibition do much to demarcate and exclude audiences as well as reify distinctions between the disciplines. (25)

4. Experimentos etnográficos

La reflexión en torno a la imagen en realidad va a abrir un debate mucho más amplio entre el arte y la antropología sobre la relevancia de los sentidos en esta última. La hegemonía del verbocentrismo y la textualidad que han dominado la disciplina, la idea de que el conocimiento antropológico debe expresarse a través de la escritura, no solo ha marginado la imagen sino que ha ignorado como consecuencia de ello la sensorialidad del mundo. Como hemos visto en sesiones anteriores, la antropología ha estado presa del oculocentrismo (como lo denomina Gillian Rose) dominante en occidente, la idea de que la visión es la fuente principal de conocimiento. Mientras la visión es el sentido privilegiado para conocer los demás sentidos se relegan o se desconfía de ellos (la confianza y relevancia de la visión quedan expresadas en la figura de la ‘observación participante’). Singularmente, una parte relevante de los antropólogos y antropólogas que trabajan en el ámbito de la antropología visual señalarán la importancia de prestar atención al resto de los sentidos (Sarah Pink es, por ejemplo, un caso paradigmático). Este debate en torno a la sensorialidad abierto desde la década de los noventa se suma a las recientes experimentaciones sobre las prácticas multimodales de la antropología (esto se desarrolla en uno de las secciones ‘Extra 2’). El problema principal es que la antropología ha auto-limitado históricamente sus impulsos experimentales y creativos aunque estaban presentes y formaban parte de su mismo nacimiento disciplinar. Aunque los conceptos de creatividad, invención y experimentación son extraños para la  antropología hay una posibilidad de reclamarlos como relevantes para la actividad antropológica, como veremos en próximas sesiones.

Esa exploración de los sentidos se expresa en la llamada que hace Paul Stoller, por ejemplo, para que la antropología desarrolle prácticas académicas que se abran a la sensualidad, es lo que él designa como una práctica académica sensual o ‘sensuous scholarship’: “sensuous Scholarship is an attempt to reawaken profoundly the scholar’s body by demonstrating how the fusion of the intelligible and the sensible can be applied to scholarly practices and representations” (Stoller, 2010: 15). Una forma de construir una práctica académica más sensorial es aprender de la conformación sensual de otras epistemologías. En el caso de los songhai esto implica a prender a sentir como ellos y reconocer la relevancia que le dan al olfato, al gusto y la audición.

Making Things Public.jpg
Cartel de la famosa exposición ‘ Making Things Public. Atmospheres of Democracy’ comisariada por Bruno Latour y Peter Weibel en 2005 en el centro de arte ZKM de la ciudad alemana de Kalsruhe. Más información aquí. Aquí un su excepcional catálogo (PDF).

Otra autora que desarrollará en tiempo reciente una propuesta en la misma línea es Sarah Pink, a través de lo que designa como ‘etnografía sensorial’, Pink se aleja de la fijación con el sentido de la vista y el oído para abrirse al resto de los sentidos en la práctica etnográfica: “In Doing Sensory Ethnography I outline a way of thinking about and doing ethnography that takes as its starting point the multisensoriality of experience, perception, knowing and practice”. Atender a la sensorialidad del mundo que nos rodea requiere, según Pink, aprender de los otros: “how sensory ways of experiencing and knowing are integral both to the lives of people who participate in our research and to how we ethnographers practise our craft”. Pink va a señalar la interdisciplinariedad que comporta considerar los sentidos y la conveniencia de tomar inspiración de dominios como las tecnologías digitales y el arte para inyectar una mayor sensorialidad en las práctica de campo de la antropología.

Esos debates resuenan y se suman a las exploraciones antropológicas de proyectos recientes que se han embarcado además en formatos digitales, han creado archivos, o se han aventurado en la creación de formatos performativos y teatrales… Lo que en tiempos recientes ha comenzado a denominarse como antropología multimodal se refiere a toda una serie de experimentos donde se exploran formatos, modos de representación y lenguajes con los que dar cuenta del conocimiento etnográfico. De la tradicional mono-grafía centrada en la escritura pasamos a todo tipo de formatos multi-modales.

Lecturas de la sesión

  • Schneider, Arnd, and Christopher Wright (eds). 2005. Contemporary Art and Anthropology. Oxford: Berg Publishers. [introducción]
  • Ingold, T. (2018). On Taking Others Seriously. In Anthropology. Why it matters (pp. 1-25). Cambridge: Polity. [primer capítulo, páginas 1-25]

Cómo citar este documento:
Adolfo Estalella. 2020. ‘Arte y antropología: diálogos cruzados’. Open#doc. En URL: http://estalella.eu/open-doc/arte-y-antropologia


El texto de esta página está publicado con una licencia Creative Common de tipo Reconocimiento-Compartir igual. Esto significa que el texto puede ser utilizado y modificado sin restricciones, siempre que se haga referencia a la autoría y se mantenga la misma licencia en las versiones derivadas. Puede consultarse aquí para más detalles: Licencia Creative Common de tipo Reconocimiento-Compartir igual.