Historia del experimento

‘Experimento con un pájaro en una bomba de vacío’, por Joseph Wright (1768).

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Historia del experimento

Los estudios de laboratorio se han centrado en buena medida en ciencias experimentales y en el análisis de experimentos. La ciencia produce conocimiento a través de prácticas diversas como la observación (por ejemplo en astronomía), la comparación (consideremos la comparación entre especies en botánica), la simulación (modelos epidemiológicos, por ejemplo) o la demostración (pensemos en las matemáticas). A pesar de esa diversidad, el experimento se ha convertido en el epítome a través del cual imaginamos la producción de conocimiento de la ciencia. Pero, ¿qué es un experimento? En ocasiones decimos: estoy experimentando con una nueva receta y nos referimos simplemente a una prueba que hacemos. El experimento científico, sin embargo, es algo distinto.

Si lo consideramos detalladamente veremos que un experimento es una actividad singular que se basa en la manipulación de la naturaleza para producir conocimiento sobre ella: mezclar compuestos químicos para observar cómo reaccionan, lanzar un material contra otro, hibridar dos especies diferentes… Esa idea básica de la experimentación: que podemos producir conocimiento fundado y fiable a través de la manipulación de la naturaleza, surge en un momento preciso: el siglo XVII. Los historiadores de la ciencia Steve Shapin y Simon Schaffer (1985) nos lo han contado ejemplarmente en su obra ‘Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life’, en ella narran la historia de la bomba de vacío y las controversias que se desarrollaron en el siglo XVII en Inglaterra en torno a si el vacío  existía, en ella se enzarzan dos personajes históricos: Robert Boyle y Thomas Hobbes.

Shapin y Schaffer nos han mostrado que la invención del experimento es la creación de un método para conocer (el método experimental/científico). Un procedimiento según el cual (nos dirán quienes lo ejecutan) el conocimiento ya no depende de quién conoce, de las características del sujeto ni del lugar o contexto socio-histórico en el cual conoce, en definitiva, la invención del método experimental es la creación del método de la objetividad. Ese método experimental es el resultado de la invención de tres tecnologías: una tecnología material (máquinas que producen hechos), una tecnología literaria: los papers que hacen público los relatos de lo que acontece (y que permite a los no presentes ser testigos virtuales de los hechos) y finalmente una tecnología social que regula cómo se dirimen las controversias (y que construye un público para los experimentos).

Robert Boyle y los primeros experimentadores de la Royal Society de Londres inventarán una nueva forma de producir conocimiento. Hasta ese momento lo que se designaba como filosofía natural (la ciencia del momento) operaba a través de demostraciones (como las matemáticas) o se basaba en argumentos de autoridad. Los experimentalistas establecerán que para conocer la naturaleza es necesario centrarse en lo que llaman “cuestiones de hecho” donde lo que importa no son las opiniones de las personas ni las causas sino los hechos naturales exentos de la interferencia humana. La manera de producir estos hechos, los que se llamarán matters of fact, es a través del experimento:

Robert Boyle maintained that proper natural philosophical knowledge should be generated through experiment and that the foundations of such knowledge were to be constituted by experimentally produced matters of fact.

Esta idea la encontramos profundamente acendrada en nuestra forma de razonar, por ejemplo cuando alguien dice: “lo del cambio climático es un invento de los ecologistas” a lo que otra le responde: “esa es tu opinión, pero los hechos demuestran el calentamiento progresivo de la tierra en el último siglo”. Esa distinción entre “opinión” y “hecho” se produce en el siglo XVII, momento en el que los humanos que vivimos en Europa comienzan a depositar una confianza absoluta en ciertas actividades (eso que llamamos ciencia) para comprender cómo es el mundo. Los asuntos de hecho nos permiten separar lo factual de lo causal, pues los asuntos de hechos nos ofrecen una “imagen” fiel de la naturaleza:

There is nothing so given as a matter of fact. In common speech, as in the philosophy of science, the solidity and permanence of matters of fact reside in the absence of human agency in their coming to be. Human agents make theories and interpretations, and human agents therefore may unmake them. But matters of fact are regarded as the very “mirror of nature.” Like Stendhal’s ideal novel, matters of fact are held to be the passive result of holding a mirror up to reality. What men make, men may unmake; but what nature makes no man may dispute.

A través de las tres tecnologías mencionadas Robert Boyle (y los experimentalistas) es capaz de hacer que los asuntos de hecho aparezcan como dados, independientes del experimentador, de tal forma que cada una de esas tecnologías funcionaba por lo tanto como una fuente de objetividad. Respecto a la tecnología material, la máquina se torna en la fuente para la producción de hechos. Los instrumentos científicos eran una manera de amplificar los sentidos humanos, hacer visible el mundo que no era visible: “Scientific instruments therefore imposed both a correction and a discipline upon the senses”.

En lo que se refiere a la tecnología literaria, Robert Boyle desarrolla toda una tecnología de escritura que primero distingue entre la descripción de los hechos, de un lado, y la atribución causal del otro. El logro de esta tecnología es establecer esa frontera entre asuntos de hechos y opiniones o atribuciones causales:

this way: the language-game that Boyle was teaching the experimental philosopher to play rested upon implicit acts of boundary-drawing. There was to be a crucial boundary between the experimental matter of fact and its ultimate physical cause and explanation. […] Boyle’s criteria and rules for making his preferred distinctions between matters of fact and causes have the status of conventions.

Primer diseño de la bomba de vacío de Robert Boyle.

Es una tecnología que funciona como un testimonio virtual que extiende la capacidad para ser testigo de los experimentos más allá del laboratorio:

In Boyle’s view the capacity of experiments to yield matters of fact depended not only upon their actual performance but essentially upon the assurance of the relevant community that they had been so performed. He therefore made a vital distinction between actual experiments and what are now termed “thought experiments”

A través de esa tecnología Boyle desplaza la controversia de lo metafísico a lo experimental y establece toda una serie de convenciones sobre cómo las controversias han de discurrir: sin ataques ad hominen, por ejemplo. La tecnología literaria está destinada a la construcción de una comunidad, tiene como propósito ligar su discurso internamente y externamente y establecer las convenciones sobre las relaciones sociales dentro de esa comunidad. Las obras de Boyle funcionan como modelos ejemplares con los que mostrar a otros cómo escribir y dar cuenta de los experimentos:

Boyle sought here to create a picture to accompany the experimental language-game and the experimental form of life. He did this largely by ostension: by showing others through his own example what it was like to work and to talk as an experimental philosopher.

La tecnología social de Boyle implica la constitución del conocimiento como una empresa colectiva, y es realizada (entre otros mecanismos) a través de los mecanismos que hacen que el conocimiento sea constituido y validado públicamente.

Boyle’s social technology constituted an objectifying resource by making the production of knowledge visible as a collective enterprise.
[…]
the space in which it produced its experimental knowledge was stipulated to be a public space. It was public in a very precisely defined and very rigorously policed sense: not everybody could come in; not everybody’s testimony was of equal worth; not everybody was equally able to influence the institutional consensus. Nevertheless, what Boyle was proposing, and what the Royal Society was endorsing, was a crucially important move towards the public constitution and validation of knowledge. The contrast was, on the one hand, with the private work of the alchemists, and, on the other, with the individual dictates of the systematical philosopher.

Referencias

  • Simon Schaffer and Steven Shapin. 1985. Leviathan and the Air-Pump: Hobbes, Boyle, and the Experimental Life. Princeton: Princeton University Press

Cómo citar este documento:
Adolfo Estalella. 2020. ‘Historia del experimento’. Open#doc. En URL: http://estalella.eu/open-doc/historia-del-experimento


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