De la docencia “in line” al aprendizaje online: la liberación de la pedagogía

Segunda parte: Documentos abiertos para una docencia abierta: remediar los aprendizajes

Nada en nuestros sistemas de educación y prácticas de aprendizaje formal volverá a ser igual tras estos meses de reclusión y reflexión obligada. Es seguro que en los próximos meses se abrirá un debate intenso sobre la docencia online, estamos obligados a ello. Movidos por la urgencia, las reflexiones que se han hecho estas semanas navegan entre lo sustancioso de algunas contribuciones y lo maniqueo y erróneo de otras críticas. Estas últimas, en más de una ocasión manejan unas concepciones teóricas de la virtualidad que van de lo caduco a lo erróneo.

Las críticas a la docencia online no pueden proponernos como virtuosa una docencia ‘in line’ donde los estudiantes dispuestos ‘en línea’ en sus pupitres son sometidos, las más de las veces, a una educación bancaria: la que se hace sentado en un banco, como decía Paulo Freire.

Creo que es importante abrir un debate sosegado que nos ayude no solo a articular la docencia en un nuevo entorno de trabajo sino que nos permita remediar (en ese proceso) algunas de las carencias graves y problemas urgentes que tiene nuestra universidad. En lo que sigue me refiero entonces a tres críticas que se han lanzado: la primera de ella se refiere a la desigualdad que reproduce la docencia online, la segunda apunta al uso de infraestructuras privadas que implica y la tercera a la pérdida de privacidad.

A estas críticas se suma otro problema central: la contraposición y antagonización entre el online y lo presencial no ayuda a pensar qué posibilidades se abren con virtualización (o en los términos que prefiero utilizar: remediación) de la docencia y los aprendizajes. Antes de pasar al ejercicio propositivo (aquí sobre ello en una segunda parte) creo que es conveniente apuntar a algunas de las críticas que se han realizado.

No soy un defensor de la educación exclusiva online, he sido profesor colaborador (consultor) de la Universitat Oberta de Catalunya durante una década y conozco las virtudes y limitaciones de este tipo de docencia. Creo, sin embargo, que los tradicionales sistemas de enseñanza de las universidades presenciales, como la Universidad Complutense de Madrid, donde ejerzo, se encuentran aún anclados en las formas de aprendizaje del siglo XX (o incluso del siglo XIX) que ignoran completamente las posibilidades que las tecnologías digitales.

Hay quienes han criticado la desigualdad provocada por el paso a la educación online. La CRUE estimaba que un 13% de los estudiantes universitarios tienen problemas de conexión. En lo que a mí respecta, entre los 120 estudiantes del grado de antropología me he encontrado con 3 estudiantes que han manifestado problemas de conexión. Quienes critican la desigualdad que la educación online provoca quizás deberían considerar también los esfuerzos que para muchos estudiantes supone asistir presencialmente a la universidad: dedicar unas dos horas de viaje y asistir a unos horarios fijos y nada flexibles. Esto es especialmente complicado (así me consta) para quienes compatibilizan trabajo con universidad. Que esa desigualdad esté asumida e institucionalizada (y raramente nos preocupemos por ella) no significa que podamos ignorarla.

Otra de las crítica proviene del uso de plataformas privadas y privativas que ha implicado el cambio al online. Desde luego, es curioso que esto lo puedan plantear docentes de la Universidad Complutense, por ejemplo, pues toda la infraestructura digital de nuestra universidad es, de facto, privada. Los sistemas informáticos corren con Windows y usamos ofimática de Microsoft por defecto mientras que el sistema de correo electrónico es la versión corporativa de Gmail. El cambio a la educación online no ha supuesto una novedad en el uso de infraestructuras privadas, de hecho, lo que nos abre es la posibilidad de comenzar a utilizar plataformas libres y autónomas: sea jitsi.org para las videonconferencias o, en mi caso, mi propia página web que corre con software libre (de WordPress) y usa una licencia libre en sus contenidos.

La última de las críticas se refiere a los problemas relacionados con la privacidad y la posibilidad que los entornos digitales plantean para la protección de esta. Esto es un asunto sensible y relevante, pero quienes así lo plantean ignoran y olvidan los sistemas de control que se establecen en la educación presencial. Al menos en mi facultad la firma de los docentes es obligatoria en cada una de las clases. En estos momentos, sufro menos control institucional (y lo mismo ocurre con los estudiantes) que en la docencia presencial.

Las críticas realizadas contra la educación online pareciera que vienen, de un lado de concepciones caducas de la virtualidad: por ejemplo concebir las interacciones sociales de los entornos online como no significativas y minusvalorarla, y del otro lado, son producto de una inercia absoluta en la que se encuentran instaladas nuestras universidades. Los entornos online no son ninguna panacea, no resuelven los enormes problemas de la universidad (que tienen otro origen) pero al menos abren la posibilidad de modos alternativos de enseñanza donde la combinación de las interacciones presenciales con otras online nos permite intervenir en al menos tres aspectos:

  1. Ampliar el tipo de materiales, formatos, lenguajes y géneros que se utilizan para el aprendizaje, además de libros y manuales es posible recurrir a infinidad de fuentes online, no necesariamente escritas: vídeos, imágenes, audios, entornos virtuales…
  2. Rediseñar los entornos de aprendizaje, salir del aula bancaria (basada en bancos, como he dicho) hacia entornos de interacción abiertos, sean las redes sociales, los wikis, la Wikipedia, los blogs o Instagram, espacios donde el aprendizaje se hace en contextos de sociabilidad expandida.
  3. Proponer otro tipo de actividades para el desarrollo del aprendizaje. Acostumbrados al ensayo y al examen uno pudiera pensar si acaso esos formatos (escritos) y géneros pedagógicos y narrativos son suficientes en el mundo que vivimos o si tan relevante es que un estudiante sea capaz de plasmar sus ideas en un ensayo como hilarlas en un hilo de twitter o mostrarlas en un story de Instagram.

Hay quien pensará que todo esto son frivolidades, y lo único que puedo decir es que así nos va.

La alternativa a la educación online no es regresar a la educación “in line”, como he dicho: esa educación bancaria donde los estudiantes se colocan en una línea de bancos para memorizar la información que los docentes les hacen llegar. Además de una pedagogía de la liberación, a la que Paulo Freire nos conminaba, lo que necesitamos es una liberación de la pedagogía: de sus espacios, formas de hacer, medios y convenciones. La solución no está en la docencia online, ni tampoco se encuentra en la docencia “in line” de siempre, pero la primera nos ofrece la posibilidad de comenzar a experimentar con nuevos ensamblajes que liberen a la pedagogía de una tradición estancada.

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