El debate sobre la docencia online se ha intensificado en los últimos meses y que continuará en el futuro próximo. Lamentablemente buena parte de las columnas de opinión publicadas están repletas de todo tipo de apriorismos, prejuicios personales y ausencia de evidencias empíricas. En lo que sigue señalo ocho errores que podemos encontrar en columnas de opinión publicadas en las últimas semanas aquí y allá.
1. No, el desarrollo de la docencia online no excluye a la enseñanza presencial. A pesar de la contraposición que algunas voces críticas plantean, la docencia online no es un programa total y excluyente, su desarrollo no implica la exclusión de la presencialidad sino una oportunidad para su reformulación mediante la combinación de ambas y los aprendizajes híbridos. Un horizonte para la virtualización de la docencia o, en otros términos, para que esta devenga otra.
2. No, la docencia virtual no es más barata ni implica abaratar la enseñanza. Afirmar eso es una pura especulación sin fundamento y ofrece una coartada para precarizar este tipo de enseñanza. La docencia online requiere infraestructuras, técnicos de apoyo, nuevas formaciones así como la producción de contenido específico… La única docencia online barata es la mala docencia online. El cambio de medio nos obliga a pensar en la manera adecuada de remediar los aprendizajes, esto es: cambiarlos de medio.
3. No, la docencia online no significa precarizar las condiciones de sus docentes, desde luego no más de lo que ya está precarizada en la universidad presencial. Universidades a distancia o virtuales como la UNED y la UOC tienen la misma estructura dual que las universidades presenciales basada en profesorado estable y profesorado precarizado. Sería difícil determinar cuál de ellas es más precaria. En cualquier caso, no hay evidencias de cuál es el modelo laboral que puede requerir la combinación de docencia presencial y online. Lo importante, en cualquier caso, es que el profesorado estable laboralmente no ignore la precarización que podría producirse.
4. No, la docencia online no promueve la privatización de la universidad (lo que quiera que esto signifique). Quienes identifican completamente la docencia online con el uso de Zoom (o plataformas similares) están equivocados. La docencia online puede desarrollarse en infraestructuras privadas y privativas, lo mismo que la presencial, pero lo distintivo de ella es que permite también la posibilidad de utilizar infraestructuras de software libre que estén bajo control de la propia universidad y de los docentes. Lo que demanda de nosotros (docentes) el nuevo escenario es que nos hagamos cargo de la infraestructura material de los aprendizajes y esto es justamente lo que debemos reclamar.
5. No, la docencia online no significa aumentar o reproducir las desigualdades existentes. La CRUE ha estimado problemas en unos 600 estudiantes, ciertamente algo que no debe obviarse, pero tampoco deben olvidarse las desigualdades de la docencia presencial consecuencia de las dificultades para asistir a la universidad: en términos de tiempo y movilidad, especialmente para quienes trabajan, viven lejos o fuera de la ciudad. La docencia online genera desigualdades pero elimina también otras, se nos abre la posibilidad de trabajar para minimizar unas y otras mediante aprendizajes híbridos.
6. No, la docencia online no conlleva la pérdida de discusión, debate y reflexividad. Quienes así lo formulan ignoran la infinita variedad de espacios vivaces, reflexivos y creativos que se han desarrollado en las últimas décadas en Internet, desde la Wikipedia a las comunidades de software libre pasando por infinidad de espacios de auto-aprendizaje. Quizás están pensando en videoconferencias magistrales, pero eso es traducir literalmente el modelo de la docencia presencial, cuando el nuevo entorno nos pide experimentar y prototipar con las condiciones para los aprendizajes críticos.
7. No, la comunicación online no carece de la riqueza de la comunicación cara a cara (lo que quiera que ‘riqueza’ pueda significar). Esas concepción de la comunicación virtual (además de ser caduca y errónea) ignora las evidencias empíricas de los estudios sociales de Internet y, más aún, la misma experiencia personal que nos indica la enorme variedad de modalidades de comunicación que establecemos a diario a través de las tecnologías digitales. Lo que resulta necesario es pensar en las ecologías de medios y los géneros comunicativos que podemos desarrollar a través de ellas.
8. No, la docencia online no es simplemente una extrapolación de la breve y precaria experiencia realizada durante estos meses de confinamiento. Hemos vivido un momento de crisis y excepción, tanto en la sanidad como en la educación, los profesionales y los estudiantes han respondido como han podido. Convertir esa experiencia limitada (y límite) en el paradigma de la docencia online a través de la extrapolación es poco serio. El futuro de la docencia online es una pregunta abierta que está por responder.
La docencia online nos sitúa ante la posibilidad de virtualizar nuestros aprendizajes, esto es, transformarlos en algo distinto de lo que hemos conocido. En las próximas semanas más sobre esto.
Una vision muy interesante para seguir analizando y aprovechar lo mejor de cada modalidas
Un gran error de la docencia virtual se debe a que el docente trata de ser el actor principal en el proceso educativo. Practicando monólogos extensos que muchas veces no permiten al estudiante el poder desarrollar su aprendizaje a través de la práctica. A pesar que cuentan con la tecnología y una gama de opciones…Muy buena información…Saludos!