Seguimos metidos de lleno en la incertidumbre de la pandemia, aunque con un momento de respiro que nos permite comenzar a echar la vista atrás al tiempo que mantenemos nuestra atención centrada en el horizonte de lo que está por venir. Ese mirada retrospectiva para seguir avanzado toma expresión en la reciente solicitud de una amplia evaluación de la gestión de la crisis que han realizado dos decenas de epidemiólogos y expertas en salud pública en una carta publicada en la revista The Lancet.
Algunos de mis colegas de profesión de las ciencias sociales han señalado con franqueza clara que esa solicitud evidencia las carencias y desatención hacia la investigación social durante esta crisis. De manera más precisa esto se ha evidenciado en la falta de financiación hacia ese área. No he realizado el cómputo de los proyectos de ciencias sociales que se han financiado en la convocatoria del Instituto de Salud Carlos III, pero han sido exiguos, si acaso alguno, los proyectos financiados de esa convocatoria.
No voy a hacer aquí un alegato de las razones por las cuales deberíamos prestar, y haber prestado, atención a ese ámbito: la carta de Lancet ya lo hace y nuestra cotidianidad es evidencia de que el cuidado de nuestra salud requiere atender tanto a la biología de nuestros cuerpos como a la sociología de nuestras relaciones o que cuando se toman medidas sobre salud pública se sopesan al mismo tiempo sus efectos sobre la economía.
No querría que esto sonara a reclamación corporativa sino a una inquietud intelectual que nos obliga a pensar de manea más compleja la complejidad del momento al que nos enfrentamos. Necesitamos miradas diversas para encarar un futuro difícil.
Quizás sería bueno evidenciar las perspectivas que han quedado fuera hasta el momento presente y las que deberíamos comenzar a atender en el futuro próximo. Proyectos que señalan dimensiones relevantes, expanden los contextos de indagación y plantean interrogantes diversos. Por esta razón publicamos la ‘expresión de interés que un grupo de 16 investigadores publicamos recientemente en la convocatoria del Instituto de Salud Carlos III. Entre siete antropólogos/as y nueve profesionales investigadores del área de la salud pertenecientes a tres hospitales madrileños. Entre ellos Tomás Sánchez Criado, María Isabel Blázquez, Janina Kehr, Sara Lafuente… otros nombres han sido omitidos para mantener la confidencialidad. De manera sintética, el proyecto titulado ‘Diseño colaborativo de planes de respuesta. Aprendizajes de los hospitales resilientes ante la crisis de la COVID-19’ proponía (en su sintética descripción) lo siguiente:
Las infraestructuras sanitarias públicas (hospitales, principalmente) son el lugar donde la crisis producida por el SARS-CoV-2 se ha manifestado con mayor intensidad. En esta situación, los profesionales hospitalarios de todos los niveles han respondido ante lo inesperado ingeniándoselas en una situación desbordante con recursos limitados.
Esta investigación colaborativa entre científicos sociales y profesionales hospitalarios tiene como objetivo documentar las rápidas reacciones que han adoptado las infraestructuras hospitalarias. De manera específica pretende producir evidencias empíricas sobre el proceso de: reorganización espacial, innovaciones de equipamiento, formas de sociabilidad y gestión de la incertidumbre médica. A partir de estas evidencias, el objetivo último es informar el diseño de planes de respuesta hospitalaria ante crisis epidémicas.